Canela Party, ruido y fiesta: una crónica de cuatro noches de verano
Después de la tormenta llega la calma, o eso dicen, desde luego en Torremolinos no es así. Y es que después de la tormenta de viento que arrasó el recinto el último día de la pasada edición, el Canela Party ha vuelto para dejar huella un verano más. Con un cartel que se alzaba entre todos los que plagan nuestra tierra durante la época estival, aterrizaba como un huracán en suelo andaluz. Y de su mano… la cuarentena de artistas que se disponían a conquistar los escenarios durante cuatro noches consecutivas.
Miércoles 21 de agosto
Todo comienza como siempre, un día de entrada libre, confeti, el sol de la costa brillando. Amigas Íntimas abrían el ciclo mientras la gente llegaba. No mucho después Monteperdido anunciaba su separación y nos dejaba un pequeño vacío. Con bandas como Deeper, Los Punsetes o The Tubs subía el bpm de la noche, crecía el ruido y en el punto más álgido del caos musical salía La Plata a escena.
Jueves 22 de agosto
El segundo día nos dejó a todos en vilo. Meeky, dando comienzo a este segundo día, inundaban el recinto de emo noventero y vibras DIY, guitarra y gritos bajo el sol que aún se alzaba sobre los escenarios. Ghostwoman, que habían sido anunciados para el cartel tan solo un par de días antes ante la baja de Bar Italia, hicieron suyo el escenario en un dúo de ruido armónico que recuerda al sonido de la psicodelia sesentera. Para cuando Viva Belgrado comenzó a sonar, el sol empezaba a esconderse tras las montañas y daba tregua a sus oyentes. Frente Abierto puso los puntos sobre las íes con su nuevo proyecto, sus tintes tradicionales y el costumbrismo andaluz. Curtis Harding con su R&B y sus líneas nacidas del soul convirtieron al lugar en una pista de baile, Standstill y su punk transformaron el baile en saltos y Slift y sus tintes rockandrolleros provenientes de Francia continuaron por esa línea de movimiento que recogió Margarita Quebrada, quienes pintaron la madrugada de colores oscuros con con su post-punk caracterizado por su tendencia al synth pop.
Pero, sobre todo, la noche del jueves 22 de agosto, fue para el Canela Party la cumbre de la melancolía en la tierra donde los olivos llegan al mar. La gente esperaba, se impacientaba. Ansiaban que Big Thief saliera a escena. La banda que se formó allá por el 2015 en Brooklyn, Nueva York, se disponía a comenzar su set. De repente, en aquel lugar en el que durante ya dos noches el ruido se había apoderado del eco y hacía resonar la música por la tierra del Sol, era el silencio lo que inundaba la explanada. Salía Adrianne Lenker en primer lugar y el resto de la banda le acompañaba apenas unos segundos después. Una tormenta emocional sacudía al público, lágrimas, ovaciones y la reverberación de su folk vibrando entre todos nosotros. Es difícil ponerle palabras a un momento que fue tan espiritual y sentimental y que nos convirtió a todos en seres minúsculos ante su inmensidad. Podría hablar de la compenetración entre los músicos, de lo perfectamente pulidas y limpias que sonaban todas y cada una de sus melodías. Tal vez de la presencia de Adrianne Lenker, de su voz, de su fuerza. De cómo nos hizo olvidarnos de que estábamos rodeados de miles de personas y nos regaló un momento de ternura y vulnerabilidad que resquebrajó todas las corazas que llevábamos cargadas para dejarnos desnudos, empapados de nostalgia, de melancolía. Pero nada de ello será nunca suficiente.
Viernes 23 de agosto
Movimiento. Ruido. Muchísimo confeti. Caos, pero caos de nicho. Hablamos de bandas como Orina, los malagueños que abrían la tercera jornada del Canela Party, con su punk alternativo y local. De Valencia y siguiendo por la misma línea de punk vino Finale, seguidos de Lisabö, provenientes de Euskal Herria y que viraban hacia un sonido más propio del rock para unos minutos después sonar Militarie Gun desde Los Ángeles, California quiénes despedían al sol con su rock popero. Después tomaron las riendas del festival bandas como Wednesday y su ruido en la línea del rock alternativo y distorsión entremezclado con una línea narrativa musical trazada de indie country; Metz, uno de esos actos por los que volaron los abonos, con su noise punk y el superfuzz que vibraba desde sus pedales; Model/Actriz, escalando la noche hacia una vibra propia del post punk y el noise rock y Dame Area, el epítome del caos, de la noche del ruido.
Sábado 24 de agosto
Llegó la última noche del Canela Party, la fiesta de disfraces, la noche que el viento se llevó. Hacía un año de la cancelación de los sets de Triángulo de Amor Bizarro y los canadienses Crack Cloud nos destrozaba, sin embargo, entre el viento y el miedo, pocos días después abría el cielo y ambas bandas se subían al cartel de la edición de este verano. Comenzó la jornada con Yawners, con disfraces y con memes por doquier. Seguían Prison Affair, Snooper, Cala Vento y Homefront. Volaba confeti, disfraces y personas por entre las masas de Torremolinos. De repente tomaba posesión en el ambiente el power pop de The Lemon Twigs, seguidos de los eternos Superchunk. Llega el turno de Triángulo de Amor Bizarro, hora del noise gallego, el momento en el que el público se sumía en una masa de shoegaze, distorsión y nostalgia. Una noche en la que se vivía caos, color y, sobre todo, éxtasis.
Quiero hacer un inciso, antes de cerrar esta no tan breve crónica estival, para hablar de Crack Cloud, el colectivo canadiense que el pasado 26 de julio publicaba su último proyecto, «Red Mile» .Volvían a pisar Torremolinos tras la tormenta de viento que se llevó su set durante la última noche de la pasada edición. Hablando con ellos antes del concierto nos contaban que este era su primer bolo antes de comenzar el tour que acompaña a su nuevo LP, pero el último en el que incluirían en su setlist temas de proyectos anteriores. Comenzó con la proyección de la portada de «Red Mile» seguida de la aparición de Will Choy entre luces rojas y el silencio impaciente del público. La alineación sobre el escenario giraba entorno la a hipnótica actuación de Zach Choy y sus movimientos erráticos, el vocalista y batería, centrado sobre la tarima. Es notable la influencia de grupos como Talking Heads así como los británicos Gang of four. Es complicado ponerle palabras al sonido de Crack Cloud en directo. Desde la complicidad entre ellos que desencadena en líneas melódicas absolutamente agresivas que se complementan entre sí en forma de ruido dinámico, hasta la complementaria estética punk y desenfadada que nace de este colectivo de creadores en un camino de superación personal que les aúna desde el ámbito creativo.
En corto, un año más el Canela Party supera a cualquier macrofestival en calidad de artistas, recinto y sonido, gracias a la organización y la profesionalidad de los músicos y creadores que trabajan para cerrar el verano por todo lo alto.
Me llamo Lola. Hago el grado de Estudios Culturales en la Universidad Carlos III de Madrid. Soy fotoperiodista a tiempo parcial. Aquí puedes leerme y ver mis fotos.