Dora, la chulapa de Madrid con la Pradera a sus pies
El pasado domingo, 14 de Mayo, Dora se subía al escenario principal de la Pradera para quedar inmortalizada entre el aire de Madrid
Le daba paso Héctor. Trajeado, chulapo y con un ramo de claveles que terminaría lanzando al público, presentaba el costumbrismo madrileño a modo de recital, presentaba no un concierto, sino una actuación. Presentaba un show. Presentaba a Dora. Peineta, mantilla y chaleco. Entraba Dora por la puerta grande y la gente comenzaba a corear. Al frente del escenario comienza en acústico, se une su banda y empieza todo.
Miré para atrás desde el foso y no veía dónde terminaba el público. En la primera fila, apiñadas, decenas de niñas entonaban sus temas entre lágrimas. Comenzó con temas acústicos, tranquilos, cuando de repente se quitó la peineta y con ella, arrastró la mantilla. Después, el chaleco, la botas. De pronto nuestra chulapa se convertía en Mía Wallace y el escenario era una pista de baile en la que se volvía loca y el público con ella. Evolucionaba el ambiente hacia un sonido que, con un toque tecno, nos invitaba a bailar y perder la cabeza de su mano.
Cayó el Sol sobre Madrid y sobre nosotros cerveza. Cerveza directa desde el escenario. Cerveza de la lata que Dora, que se había entregado de pleno, se tiraba al suelo, abría y lanzaba entre melodías. Cerveza antes de la última canción y justo antes de gritar su nombre para dejarnos huella. Un nombre que hizo eco en toda la Pradera: Dora.
Antes de bajarse del escenario, se sentó al piano. Descalza y despeinada, habiendo bailado, habiendo gritado, cantó una canción melancólica, emocionada, y, cuando a todos se nos empezaba a poner la piel de gallina, Dora se había ido del escenario.
Me llamo Lola. Hago el grado de Estudios Culturales en la Universidad Carlos III de Madrid. Soy fotoperiodista a tiempo parcial. Aquí puedes leerme y ver mis fotos.