Larga vida a Vetusta Morla
Me acuerdo de tener 16 años y decir “A mí no me gusta Vetusta Morla, yo soy de Love of Lesbian”, con esa seguridad tan característica de la adolescencia, como si fueran grupos totalmente incompatibles. No fue hasta mis 19 años, cuando ya teniendo mi propia banda, la batería me volvió a recomendar, casi obligándome, al grupo, y ahí empezó la fascinación.
Vetusta Morla no solo eran canciones con estribillos pegadizos, eran melodías que me hacían estar toda la tarde intentando sacarlas de oído con la guitarra, eran letras que en un principio me parecían incomprensibles, pero que poco a poco fui entendiendo y Vetusta era, es y será un grupo que me ha acompañado en muchos de los momentos más importantes y felices de mi vida.
Es por eso que no podía perderme la oportunidad de verlos en una sala tan mítica como La Riviera y en una ocasión tan especial como lo era esta. Después de haber asistido a varios festivales, a un WiZink y a un Wanda Metropolitano, sin duda, me quedo con el formato más pequeño que ofrece La Riviera y esto fue una de las premisas que el grupo madrileño repitió durante la noche del lunes: el apoyo incondicional a las salas pequeñas que son las que ven nacer y crecer a todos esos grupos que están o estarán algún día como cabezas de cartel.
Vetusta Morla quiso hacer un repaso por toda su discografía que sirviera como final apoteósico de los otros tres días del fin de gira (dos en Razzmatazz y otro más en La Riviera).
Hubo tiempo para volver al pasado con canciones de su primer disco como ‘Un día en el mundo’, ‘Sálvese quien pueda’, ‘Copenhague’ o ‘Valiente’; esta última recuperando la intro lenta que solían hacer en los directos allá por 2015. Tiempo para saltar y gritar a pleno pulmón con ‘Golpe Maestro’, ‘Mapas’, ‘La Virgen de la Humanidad’ o ‘Cuarteles de invierno’, pero también tiempo para la epicidad y los pelos de punta tocando una detrás de otra la trilogía de ‘La vieja escuela’, ‘23 de junio’ y ‘Consejo de sabios’, donde era difícil contener las lágrimas.
Pero sin duda el plato fuerte fue la presentación de su último disco «Figurantes», cuyo directo mezclaba la fragilidad acústica de ‘Catedrales’, con la energía de ‘Puentes’.
Por último, dejo para el final el que para mí fue el mejor momento de la noche, cuando antes de sonar ‘!Ay, Madrid¡’, Pucho dedicó unas palabras a la capital que les ha visto crecer y a la decadencia en la que se está viendo sumida por ciertas políticas que ni siquiera respetan algo tan preciado como los árboles. Los que me conocen sabrán que aunque soy madrileño y me gusta mi ciudad, nunca he estado muy apegado a ella, pero sin duda este tema consigue que me sienta más identificado que nunca y me hace querer defender Madrid y volver a convertirla en una ciudad rica en cultura, respetuosa con todos y libre de tala.
No puedo irme sin darle las gracias al grupo por la noche tan fantástica que me hicieron pasar y desearles lo mejor en esta nueva etapa, porque como dijo Pucho “Después de 25 años currando, merecemos un descanso”.
Larga vida a Vetusta Morla.
Soy un intento de guitarrista, pero como de músico está chungo vivir, también hago fotos. Lo sé, lo tengo jodido.