Dope Lemon: Madrid se hizo el Gran Desierto de Victoria

/ septiembre 26, 2025/ Crónicas, Uncategorized

El proyecto más onírico de Angus Stone bañó de psicodelia y folk grunge la Sala Wagon de Madrid

El pasado 25 de septiembre, la Sala Wagon de Madrid se transformó en una cápsula de neblina y luz ámbar. Angus Stone, bajo el alias de Dope Lemon, ofreció una noche de folk narcótico y psicodelia cálida, tan suave como un atardecer en la costa australiana. Con su sombrero ladeado, gafas oscuras y la calma de quien ya no necesita demostrar nada, el australiano desplegó un repertorio que navegó entre la melancolía y el deseo, entre el polvo del desierto y el eco de una vieja Fender.

El ambiente se había ido espesando desde temprano: un público entregado, cerveza en mano, que sabía perfectamente a lo que venía —a dejarse llevar. Bastó con los primeros acordes de ‘Marinade’ para que la sala entera entrara en sintonía. Esa voz arenosa, arrastrada, parecía flotar sobre las guitarras con una naturalidad hipnótica. Stone no canta: susurra verdades que huelen a humo, playa y nostalgia.

El set fue un viaje sin sobresaltos, una corriente continua que fluía de ‘Uptown Folks’ a ‘Hey You’ sin perder nunca el pulso. A cada canción, el sonido crecía en densidad y textura, mientras los visuales proyectaban dibujos, figuras animadas y gatos gigantes que bailaban entre luces psicodélicas. Todo tenía un aire de sueño compartido, como si el público entero se moviera dentro de una misma nube sonora.

Entre temas, Angus habló poco, pero lo justo: agradeció al público madrileño la calidez de siempre antes de arrancar con una versión expandida de ‘Home Soon’, que sonó a despedida y celebración al mismo tiempo.

A lo largo del concierto, la banda demostró un control absoluto del tempo y el clima emocional. No hubo solos innecesarios ni exhibiciones: solo groove, armonías vaporosas y esa guitarra que parecía respirar. El público, en silencio reverente durante las partes más íntimas, explotaba de energía en los crescendos, como en una comunión tácita.

Dope Lemon es, ante todo, una atmósfera. Una forma de mirar el mundo con los ojos entornados, de convertir la melancolía en placer. Cuando Angus entonó los últimos versos de ‘Kids Fallin’ In Love’ y se despidió con un gesto leve, la sensación era la de despertar de un sueño del que uno no querría salir.

Esa noche, Madrid no asistió a un concierto: flotó dentro de un paisaje sonoro que parecía hecho de polvo, vino y recuerdos. Dope Lemon entregó justo lo que promete su nombre: un viaje suave, ácido y profundamente humano.

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Cazador de ibericracks.

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