Austria gana el Eurovisión más decadente de la historia
Blanqueamiento de un genocidio, incoherencias máximas entre el jurado y el público y una armónica en defensa de la música en directo es lo que nos queda de la noche del sábado
El pasado sábado 17 de mayo se celebraba en Basilea (Suiza) la edición número 69 del clásico certamen de canciones europeo Eurovisión. Si bien hablamos de un concurso de la canción, cada año es mayor el poder de un buen ‘directo’ y una puesta en escena llamativa que de la propia canción en sí. Y teniendo en cuenta que en Eurovisión la música (y la mayoría de los coros) vienen pregrabados, resulta algo paradójico que aquello que se muestre sobre el escenario la noche del sábado sea el veredicto decisivo, frente a la calidad de la propia canción. El representante de Italia Lucio Corsi ha sido la primera persona en manifestarse en contra del playback sobre el escenario.
Por desgracia no podemos centrarnos en la maravillosa reivindicación de Corsi, y ni siquiera alabar al ganador austriaco JJ por esa victoria con una canción de «ópera pop» titulada Wasted Love que mucho nos recuerda a ese The Code con el que Nemo dio la victoria a Suiza en 2024. Hay otros motivos mucho más grandes que nos hacen cuestionarnos si cada edición de Eurovisión que se transmite será la última de todas.

Resultados de Eurovisión 2025. Gana Austria, Estonia tercera y el país genocida en segunda posición gracias al televoto. España obtiene el antepenúltimo puesto por encima de Islandia y San Marino.
Aunque muchos piensen que Eurovisión sólo tiene lugar esa semana de mayo entre las dos semifinales y la gran final, para los eurofans el certamen comienza mucho antes. Este año ha sembrado el caos desde el inicio, con cambios innecesarios por parte de una organización que se mantiene activa pero callada en cualquier cuestión relacionada con la participación de Israel.
Una de las primeras controversias fue la nueva regla de banderas: si bien anteriormente había una lista de banderas prohibidas por la Unión Europea de Radiodifusión (UER), entre las que se encontraba la bandera de Palestina o la Ikurriña vasca; este año los concursantes sólo podrían portar única y exclusivamente la bandera del país al que estaban representando. Es decir, nada de banderas de otro país si tienes doble nacionalidad, ni banderas de tu provincia o ciudad natal… Ah, y tampoco ninguna bandera del orgullo, contradictorio cuando Eurovisión siempre se ha presentado como un concurso LGTB-friendly (no lo es). Ahora, el público podría portar cualquier bandera que no estuviese prohibida por la ley suiza, lo cual permitió la aparición de alguna que otra bandera palestina en las emisiones de Eurovisión — apariciones que el equipo de realización, muy atento, se encargó de sacar de plano lo antes posible.
Para la historia queda la imagen de una gran bandera palestina frente a la actuación de la representante sionista de este año; una imagen casi tan famosa como aquella de cuando los islandeses Hatari sacaron una bandera del mismo país con el texto «Free Palestine» en ese Eurovisión de 2019 celebrado en Tel Aviv.

Nemo, ganadorx de 2024, mostró la bandera no binaria en el desfile de banderas, por delante de la bandera suiza. Esto no podría haber pasado en 2025.
No obstante, esta vez RTVE no ha mantenido el silencio, y este año durante la presentación de la cantante sionista antes de su actuación, los comentaristas Julia Varela y Tony Aguilar aprovecharon para mencionar los datos objetivos de las muertes a causa de Israel en la franja de Gaza y su actividad genocida contra el pueblo palestino. Previamente, España había solicitado de manera formal a la UER la expulsión de Israel. El viernes tras la semifinal, nos despertábamos con la noticia de que nos iba a llegar una multa por los comentarios de nuestros presentadores, que únicamente habían dado datos objetivos de una realidad que la UER trata de ignorar y blanquear.
Al llegar la noche del sábado, España hizo algo parecido a lo que Bélgica lleva ya dos años haciendo: mostrar un escueto pero efectivo mensaje justo antes del inicio del certamen. No es suficiente en absoluto, pero algo es algo.

El texto que se mostró en La 1 segundos antes del incio de Eurovisión.
El jurado español, compuesto por cinco profesionales y en el que este año curiosamente encontrábamos a la artista emergente Irenegarry; no otorgó ningún punto a Israel. Lo que sí otorgó puntos a Israel fue la votación por televoto del público español, dándoles la máxima puntuación: 12 puntos.
Y es que Israel se llevó al final 297 puntos del televoto. Eso es, la máxima puntuación de este año del público. Votos comprados y amañados por quien tuviera varias SIMs de teléfono y varias tarjetas de crédito de distintos países en un coalición masiva de sionistas que se han unido por todo el mundo para votarles. Porque desde 2023, personas de todo el mundo pueden votar incluso antes de la Gran Final.
Un momento fatídico en las votaciones colocó a Israel en primera posición con más de 300 votos, cuando en la valoración del jurado había pasado más o menos desapercibida. El estonio Tommy Cash casi logra superarla por un punto, pero no fue así y durante bastantes minutos la tensión reinaba tanto las casas como el estadio de Basilea.
Mientras se iban sumando las puntuaciones del público a los totales del jurado de cada país, ningún participante lograba ascender por encima de Israel. La banda sueca KAJ y su divertido Bara Bada Bastu, que era las favoritas, recibió 118 votos que no fueron suficientes para rozar ese primer puesto. El italiano Lucio Corsi y su impecable actuación conquistaron al jurado, pero del público tan sólo recibió 97 puntos. Por su parte, Zoë Më, la anfitriona suiza, había conseguido colocarse en la segunda posición del jurado con una bellísima interpretación de su canción Voyage, acompañada de una sencilla puesta en escena caracterizada por la realización de un único plano secuencia a lo largo de toda su actuación. Un más que merecido segundo puesto del jurado que apenas sirvió de algo, pues del público no recibió ni un solo punto, bajando hasta una décima posición total.
El caso de España fue menos dispar, con 27 votos del jurado y tan sólo 10 del público, mayoritariamente de Portugal.

«Split screen» falsa hecha por un fan de Twitter, fantaseando con que la final hubiese estado entre el estonio Tommy Cash y el austriaco JJ, sin la presencia de Israel
Las split screens, ese momento en el que enfocan a los tres o dos últimos países por conocer el número de votos esperando su reacción ante el resultado final es uno de los momentos más emocionantes de la final de Eurovisión. Este año ha sido terrorífico. Cada segundo que pasaba, cada país que no superaba a Israel, ponía a Eurovisión un paso más cerca de su propia tumba. ¿Y si hubiese ganado Israel? Nos cuestionamos si verdaderamente se hubiesen retirado países, o si la audiencia bajaría de forma aún más masiva, pero realmente tampoco podemos saberlo. Eso sí, tenemos una referencia no muy lejana, y es ese Eurovisión en Tel Aviv de 2019 tras la polémica victoria de Netta con TOY. No pasó nada.

Hatari, representantes de Islandia en 2019, protestando a favor de Palestina en pleno Tel Aviv. Fue la única reprimenda que hubo en directo frente a la realización del festival en dicho Estado.
Realmente, Eurovisión lleva años cavando su propia tumba, y la incertidumbre asciende entre polémicas políticas disfrazadas de rosa y nuevas normas sinsentido. Algo positivo a destacar de este año es que la proporción de países que han cantado en un idioma distinto al inglés ha sido mayor que nunca, como nos comentaban los portugueses NAPA cuando conversamos con ellos en la PreParty. A ello se ha sumado una gran representación de la música alternativa, cosa que ya comentamos con Ziferblat (Ucrania) y Katarsis (Lituania).
La candidatura de Lituania, precisamente, se ha llevado un decimosexto puesto que de momento es el peor de su país en toda la década. No obstante, es una muy buena posición si piensas en lo arriesgada que era su candidatura. Sin duda, Tavo akys (‘Tus ojos’) es la canción más alternativa que jamás ha pisado el escenario de Eurovisión, y esperemos que este primer paso sirva de algo para que, en el futuro, las bandas y la música —verdaderamente— alternativa tenga cabida en algo como Eurovisión.

Los representantes de Lituania Katarsis drenan de influencias como el post-rock o el post-punk, algo nunca visto sobre el escenario de Eurovisión. Una jazzmaster desenchufada que de haber sonado, habría marcado una diferencia
Pero, ¿cómo van a querer ir bandas a Eurovisión si no se puede tocar en directo? ¿Qué hacen los músicos, el tonto? Porque es un poco lo que les toca hacer, con los instrumentos desenchufados dada la prioridad del cambio de escenario y grandes escenografías que hay en Eurovisión. Y no sólo las bandas, ¿quién que tenga un mínimo aprecio a la música en directo y a los instrumentos querría ir a Eurovisión? Este era el caso de Lucio Corsi, representante de Italia que aquel sábado hizo algo para la historia.

Lucio Corsi, representante de Italia, tocando un instrumento en directo: la armónica.
Desde 1998, la música en Eurovisión es íntegramente pregrabada. Todo menos la voz es playback. Incluso los coros suelen ser grabados, como se pudo notar en algunas actuaciones como la de Armenia, que apenas cantaba en ciertas partes de la canción en pro de una performance llamativa. Otros países, como Ucrania, que a pesar de ser una banda no podían sonar en directo, sí que optaron por traer unas coristas reales para darle a su canción la personalidad que requiere.
Lucio Corsi quedó segundo en el festival italiano de Sanremo, en el que no hay escenografías y la música es 100% en directo con el acompañamiento de una orquesta. Ahí también se permite el auto-tune, dejando cabida a géneros como el rap, hip-hop, trap o hyperpop que no tienen cabida en Eurovisión al prohibirse este instrumento. Corsi drena de la influencia de artistas como Lucio Dalla o incluso Bob Dylan, y es un cantautor y multi-instrumentalista que defiende ante todo la música en directo.
En Eurovisión, Lucio comenzaba tocando un enorme piano que en realidad no estaba sonando. Luego pasaba a tocar una segunda guitarra que acompañaba a la de su compañero Tommaso Ottomano, que hacía los coros en directo y tocaba una guitarra también desenchufada. Pero Ottomano tenía un rol muy importante: en torno al final de la canción, le pasaba a Lucio una armónica y comenzaba a cantar él, como corista, mientras que Lucio se limitaba a tocar la armónica como si fuesen las notas de la guitarra en la canción original.
Como Corsi ha declarado en distintas entrevistas en su país, esta protesta es pacífica, pero sí que busca llegar a algo. «Como no me dejaban enchufar instrumentos, decidí tocar la armónica, que sí que la puedo tocar porque sonaba a través del micrófono, que era lo único que estaba sonando en directo» [Corsi para Radio DEEJAY].
Una reivindicación que esperemos que tenga cierta repercusión y haga que la UER se planteé la verdadera importancia de la música en vivo, que es lo que realmente aporta el sonido real a una actuación. No todo puede ser un karaoke, y Eurovisión, si bien seguirá siendo siempre un programa de televisión, debería acordarse a veces de que supuestamente también es un concurso de música. Y en los concursos de música tiene que haber música. Gracias infinitas a Lucio Corsi por traernos algo tan importante en un Eurovisión tan oscuro. Ojalá sirva de algo.
Además de conocer a JJ como ganador de Eurovisión 2025, la madrugada del domingo se desvelaron también los resultados de las semifinales, que desde 2023 se componen únicamente de voto popular, despachando al jurado de decidir qué actuaciones son dignas de tocar dos veces y cuáles no. Y viendo de qué pata cojeaba el público, quizá no es una muy buena elección.
La primera semifinal la ganó Ucrania, con Ziferblat y su Bird of Pray que en la final les ha otorgado un más que digno noveno puesto. Una victoria merecida, seguida por los albaneses Shkodra Elektronike con Zjerm y el holandés Claude y su C’est la vie en francés. Suecia y su «canción sobre la sauna» a manos de KAJ recibió el cuarto puesto, mismo que obtuvieron en la final. Aún siendo 100% televoto, sorprendió el cuarto puesto de Tommy Cash, que podríamos decir que quedó segundo en la Gran Final. A punto de no pasar los portugueses NAPA y el famoso Gabry Ponte de San Marino, autor italiano de la famosa I’m Blue que se subía a Eurovisión con un tema sobre Italia que había sido la sintonía de Sanremo.

Los ucranianos Ziferblat ganan la primera semifinal defendiendo los coros en directo y la música alternativa
Y, por supuesto, en la segunda semifinal la victoria fue para Israel. En segundo puesto, Letonia con Tautumeitas y esa gran defensa a la música folk báltica, Bur Man Laimi. A punto de pasar quedó Australia y su Milkshake Man Go-Jo, en favor del Armenio PARG y su Survivor, que sí obtuvieron un puesto en la final.

La impecable puesta en escena de las letonas Tautumeitas otorga al país báltico su mejor puesto en años, ganadora de la segunda semifinal de no ser por Israel
redactora y fotógrafa. me paso la vida en conciertos, estudio comunicación audiovisual y soy muy fan de los planetas y de las mujeres que gritan. ah y toco la guitarra en una banda llamada candace