L7 nunca se fueron porque nunca dejamos de escucharlas
El pasado 23 de junio la Sala Mon de Madrid acogía el concierto aniversario de la mítica banda femenina L7. En su calle se reunían crestas, melenas largas, tatuajes y camisetas de todos los grupos para celebrar los 30 años del disco «Bricks Are Heavy», uno de los que reforzó directa e indirectamente el movimiento Riot Grrrl de los años noventa.
L7 aparecen sobre el escenario al son de la Marcha Imperial de Star Wars y el público se revoluciona antes siquiera de que las chicas hayan cogido los instrumentos. Donita Sparks (voz principal y guitarra) nos da la bienvenida y acto seguido resuena el opening riff de ‘Wargasm’, primer tema de la noche. El público se convierte en una masa de brazos sudados al aire, teléfonos grabando y gente aferrada al frente del escenario. Tras tocar ‘Slide’ hacen la ronda de presentación: Suzi Gardner a la guitarra, Demetra Plakas con las baquetas, Jennifer Finch en el bajo y Donita al frente.
Avanzan eléctricas por todo el setlist del álbum «Bricks Are Heavy» y, tras un par de problemas con los amplis de Suzi, comienza el verdadero espectáculo: lanzan púas al público, dan manos, lanzan besos, se graban vídeos con aquellos de la primera fila… Interactúan y reconocen a todo el allí presente, incluidos técnicos de sonido, que por desgracia siempre son los más olvidados. Para mí esto hace que automáticamente se posicionen encabezando el top 3 de bandas que he visto en directo, esa relación de reciprocidad y humildad hacia el público debería ser de total obligatoriedad para algunos grupos y L7 lo lleva íntegro desde hace ya muchos años.
Tras tocar «Bricks Are Heavy» de principio a fin hacen una breve pausa para regalar botellas de agua al público y girar sus ventiladores hacia nosotros, yo aprovecho el brevísimo momento de calma y respiro para escurrirme hacia el lateral izquierdo del escenario, allí encuentro mi sitio al lado de una niña de no más de 12 años a la que acompaña su abuelo. La imagen es maravillosa: no sé quién está más feliz, si ella que mira a Suzi ojiplática o su abuelo, que solo tiene ojos y sonrisa para su nieta. La niña ve mi cámara y me lanza alguna que otra mirada curiosa de reojo, sin pensármelo le ofrezco hacer una foto y ella acepta con una sonrisa de oreja a oreja. Esto, entre otros miles de sucesos inesperados, es lo que hace que mi trabajo sea la caña.
Poco después se despiden tocando temas varios de su repertorio como ‘Bad Things’, ‘Shove’ o ‘Fast and Frightening’, más besos al aire, los últimos vídeos y fotos con el entregado público, Suzi me da una púa en mano y alcanza otra hacia la niña, pero una mano larga la coge a toda velocidad. En esta situación, una servidora hace lo que considero que se ha de hacer: le doy mi púa a la niña que no para de repetirme que no hace falta mientras la sostiene cercana a su pecho. Demetra Plakas aparece superheroína y apartando las manos largas con una baqueta le da la otra a la niña, quien me devuelve la púa con un rápido y tímido abrazo. De nuevo, movimiento en la sala para salir: «Fua, tío, es que se salen».
Creo que es difícil molar más que las mujeres que conforman L7, ya no solo por su puesta en escena desenfadada y carburante, sus maquillajes que nos lanzan de vuelta a los primeros años de la década de los noventa o la Gibson Flying V de Donita, sino por toda su trayectoria: ser las teloneras de Bad Religion a mediados de los ochenta cuando el grupo aún estaba prácticamente saliendo del horno; lanzar su segundo disco «Smell The Magic» con la discográfica Sub Pop, que conocemos por grupos como Nirvana o Soundgarden; pegar el boom y acabar siendo reconocidas y apreciadas a nivel mundial en los entornos del heavy, el punk y el grunge; sus apariciones en programas como el Late Night de David Letterman (apariciones que desde hace unos años tienen cada vez menos cabida en este tipo de programas); aquel momento en el que Donita arrojó su tampón usado al público del Festival Reading al grito de «Eat my used tampon, fuckers!» después de que éste les tirase barro (que sí, que era algo así como una tradición, pero ¿por qué tirarías barro a tus artistas favoritos?); su participación en multitudinarios festivales benéficos como el Rock For Choice y, por supuesto, la lucha silenciosa que siempre supone ser mujer en estos lares. Tal vez estuvieran L7 desaparecidas durante unos cuantos años pero, desde que volvieron, su público parece seguir igual de enamorado (si no más) de ellas.
Mientras recojo mi equipo en una esquina del pasillo de salida veo caras conocidas y me encuentro con amigos de mis padres que me vieron por última vez cuando aún era pequeñita. Hace ya una temporada que el tiempo empieza a pasar cada vez más rápido pero haberme criado en este entorno, documentarlo y observarlo me demuestra que uno ha de vivir siempre con el propósito de mantener su juventud cerca en espíritu y celebrar los tiempos que fueron.
Estas fotos son para Raúl que allá donde nos espere sigue celebrando, te llevo conmigo a todos los conciertos.
Larga vida al rockanroll.
Carmela RodHer. Estudio un máster fotográfico en LENS Escuela y también trabajo fotografía analógica y revelado. La cámara siempre colgada al cuello y metida dentro del pogo.