Boston Babies, Dear Joanne y La Llama: jarana después de las uvas

/ enero 15, 2024/ Crónicas

Llegaba el 1 de enero sobre la 1:30 de la mañana a la Wurlitzer Ballroom, con las uvas aún atascadas en la garganta. En el evento patrocinado por Vibra Mahou y con entrada libre (bien agradecido en estas fechas y entre los jóvenes) figuran tres nóveles bandas: La Llama, Dear Joanne y Boston Babies. Yo, que ya soy familiar con dos de ellas, me hago una vaga idea de lo que la noche depara. Digo vaga idea porque en cuanto La Llama pisa el escenario se levanta el vendaval que precede a la tormenta.

Aníbal Santana (batería) hace uso de su instrumento como si de escopeta se tratase, cada nota se traduce en balazo directo a la cabeza, cosa que empieza a revolver a la marabunta de público que hasta ese momento había estado permanente en los dominios de la barra. Manuel Manzano (bajista y segunda voz) observa con semblante serio y hace virguerías en el puente de su bajo, movimientos y posturas para mí imposibles e impresionantes. Con dos rayas de pintura negra atravesando su cara, la indumentaria oscura y la presencia sobre el escenario complementa totalmente la música que hacen. Fabián Villena (guitarra y voz principal), tercera pieza cohesiva de la banda, se separa poco del micrófono y cuando lo hace es para coger un poco de aire, no sin hacer algún pick slide antes de volver a la carga. Yo, que no sé mucho de teoría y técnica pero que me he criado entre discos y bandas, puedo decir con certeza que estoy ante unos músicos hechos y derechos, con un rango pasmoso y con una capacidad extraordinaria para atraer y revolucionar al público y que hacen buena justicia a su nombre, son totalmente incendiarios. Anunciaban pocos días después el lanzamiento palpable de su EP «La Llama» en formato casette, con nueve canciones grabadas en directo y producidas por Lukas Lotti, quien también actúa desde las sombras durante el concierto como técnico de sonido.

Carmela RodHer

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Tras una breve pausa y con el público expectante, el elenco de Dear Joanne se sube al escenario y llenan la pista de gente dispuesta a darlo todo y ninguna de las dos partes decepciona. La banda posee un equilibrio que se equipara con la caña que meten. Antes de que explote la bomba que habita entre pista y escenario, Yeray (batería) se acerca al micrófono principal: «Hoy no me han querido dar un micro, así que no sé qué puede pasar». Con micro o sin él, Yeray no pasa desapercibido, percute a todo trapo, tanto que en cierto momento se ha de hacer un brevísimo parón: «Que ya no me quedan más baquetas chavales», el público presente ríe y vitorea, no sé si se le ha roto la baqueta o se le ha escapado pero ya empuña otra y no dan tregua. Alejandra (bajista) se para impepinable e imponente sobre el escenario, con la mirada fija en un punto durante la mayoría del concierto. De sus hombros cuelga un bajo magno y rojo, el cual manipula con clase, con elegancia y con una fuerza tal vez no perceptible en un primer vistazo desatento pero que resuena a medida que avanza la intervención. Eva Summers (voz principal y guitarra) le pone la guinda al espectáculo: gesticula, se mueve por el escenario, entrelaza miradas con gente del público, sin miramientos y con descaro le dedica una canción a una chica: «…Me ha engañado y la voy a matar / Me ha robado todo mi dinero». Se tira al suelo y acaba la canción, deduzco que empieza a ser su movimiento estrella y los aplausos del público me lo confirman mientras ella se incorpora como si no acabasen de dejar sin aliento a la sala entera. Abandonan el escenario igual que lo recibían, entre los abrazos y palmadas en la espalda de su gente más cercana, aunque ahora un poco más sudados que al principio y habiendo conquistado el terreno.

Carmela RodHer

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Se acerca el punto álgido de esta tormenta de macarreo, se prevén los relámpagos. Yo ya no siento las piernas por aguantar, cámara en mano, los constantes y crecientes zarandeos del público quien a medida que avanza la noche hace del pogo algo animal. Irónicamente, me facilita el trabajo pues hay un orden detrás de todo este caos y empiezo a conocérmelo bien. 

Finalmente, caen los relámpagos sobre el escenario: los Boston Babies, llenos de purpurina hasta las cejas. Empiezan fuerte, armando estruendo, no se esperan a que estemos preparados, lo vamos a flipar. Breixo (batería) marca el ritmo para todos, banda y público, ritmo que aumenta imperceptible hasta que todo estalla y alguien se tira desde el escenario. Se abre la veda. Nico (segunda voz y bajista) se contorsiona como hace siempre: una pierna arriba, cierra los ojos, aprieta los dientes, se muerde la lengua, ahora con púa, ahora sin púa, ahora la púa en la boca… Mira a Mitch, mira a Breixo, nos mira a todos, canta, baila y lo hace todo. Llueve purpurina a su alrededor con cada movimiento y con cada nota, no falla una y no baja el ritmo. Contagia. Vuelve a volar alguien desde el escenario. Cambio el foco a Mitch (voz principal y guitarra), que ya gotea sudor por tocar tan diligente y probablemente también por la gruesa capa de purpurina. ¿Transpirará? Bah, seguro que ahora ni siente ni padece. Juega con la guitarra como le da la gana, que por algo es un Boston Baby. Suenan las primeras notas de su tema ‘Mullets y Cigarrillos’, que ya llevan tocando sobre los escenarios un tiempo pero que presentaban el 15 de diciembre como adelanto de su primer disco «Boston Babies» que saldrá en algún momento de febrero y que coincidirá con su gira nacional. Para sorpresa de nadie y agrado de todos, el público termina de enloquecer: puños al aire, otro kamikaze que se tira hacia la masa homogénea de sudor y ganas en la que nos hemos convertido todos, alguno que ya no puede más y se tumba sobre el borde del escenario, todos y todas cantando y, aún así, los Boston Babies se hacen escuchar.

Carmela RodHer

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En nombre de todos los allí reunidos quiero agradecer a la Wurlitzer Ballroom por acoger y apostar por tantas bandas locales y emergentes durante tantos años; a toda la juventud presente; a Diegu Zavala, mánager de los Boston Babies, amigo y mente maquinadora de todo esto y por mi parte, a las bandas, por confiar en mí para inmortalizar esta noche de nuestra pequeña gran escena. 

Larga vida al rockanroll.

Fotógrafa | + posts

Carmela RodHer. Estudio un máster fotográfico en LENS Escuela y también trabajo fotografía analógica y revelado. La cámara siempre colgada al cuello y metida dentro del pogo.

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Acerca de Carmela RodHer

Carmela RodHer. Estudio un máster fotográfico en LENS Escuela y también trabajo fotografía analógica y revelado. La cámara siempre colgada al cuello y metida dentro del pogo.