Cuando os pregunten quién fue Futuro Terror

/ diciembre 24, 2023/ Crónicas, Galería

En estos momentos siempre me viene a la mente el poema de Elisabeth Bishop, cuando pienso en la pena, el ardor y la falta. Lo de acostumbrarse a perder. Las llaves, las casas que amamos, las personas… y a veces incluso las bandas que te han acompañado. Futuro Terror anunciaba su separación el 26 de septiembre. Un 20 de octubre veía la luz su último disco: «Presente«, editado por Humo Internacional, y el 22 de diciembre les vimos por última vez en la Sala Copérnico de Madrid. Parece que últimamente solo escribo obituarios.

Antes del funeral oficial de Futuro Terror, la banda madrileña Sudor abría testamento para revisar herencia. El punk-hardcore abrasivo del grupo calentaba los nervios del público, que estallaba en pogo desde las primeras canciones. Ya en el primer tema, Héctor (guitarra y voz) baja el micrófono a la pista y se rodea de la gente, es donde pertenece su música. Son rápidos y breves, las letras se estampan en la cabeza y se quedan pegadas en el cerebro. Cuando te paras a pensarlas ya han terminado una canción y empezado la siguiente. Me río por dentro por lo irónico y placentero que es ver (y oír) a Héctor. Tiene una mano castiza que se levanta con sus palabras y acompaña su acento. Tiene un aire de chulo, chulapo, certero pero sin maldad, el pelo engominado y la gracia de un chaval. «Para el perro Marcelino, al otro lado del río Manzanares, allá donde esté espero que esté tranquilito en su cama«, dice antes de volver a dar un baño de sudor al público. Habla, fuera y dentro de las canciones, de cultura, de conocimiento, del patrimonio y el presente. Hace ascos a los indies alegando que parece que el punk «ya no interesa«. «Apoyemos lo único que nos ha hecho cultura: lo escrito, lo tangible, lo palpable«. Sudor: brevísimos como una tregua, son el perfecto detonante para la bomba de Futuro Terror. Son la misa antes de la fiesta patronal. Huele la sala a verbena.

Carmela RodHer

No cabe ni un mechero más en este sitio. El funeral acoge a cincuentones con melena, viejos rockeros, jóvenes que ven al grupo por primera vez, adultos vestidos de negro, señoras con pintalabios rojo y el pelo cardado… hay incluso algún indie despistado. Estamos todos. No falta nadie. Los más atrevidos ocupan las primeras filas, el resto hacemos lo que podemos por no morir entre sobacos y rodillazos. Una bandera de Palestina libre cuelga del bombo, la banda es toda una declaración de intenciones, lo ha sido siempre, dentro y fuera del escenario.

Paso el concierto sin apenas pestañear, por miedo a perder algo. Junto las manos frente a mi pecho y absorbo cada pequeño detalle. Es esa magia de la última vez, del ahora o nunca, lo efímero, lo finito… en fin, lo terrenal. Las canciones de Futuro Terror me han conmovido tanto que es doloroso escucharlas, ese dolor placentero y punzante de la sinceridad. Dijo Joan Didion, que es mucho más lista y mejor que yo, que la verdad es una fuerza poderosa, pero no siempre la más popular. Así son Futuro Terror. «¿Cómo podría pedirte perdón? / Si solo quieres venganza«. Va pronunciando las palabras y se me encoge el corazón, nudo en la garganta. Ellos no son solemnes, apenas se dan importancia. No se despiden entre grandes palabros. Todos al borde de la lágrima y Jose (voz y guitarra) señala entre canciones al público diciendo: «Néstor está ahí, Alicia está ahí, Laura está ahí… es que vi una obra de teatro el otro día que decía eso y me gustó mucho«, parece un vacile. Dice que se ha quitado el jersey porque qué calor, madre mía. Pero ya está. Ni grandes despedidas, ni agradecimientos ni discursos. 

No son impecables. Se equivocan, empiezan de nuevo… Pero tienen un aire de parsimonia, de pachanga de domingo, una pachorra estival. Entre riff y riff no falta algún solo esporádico que no se excede, sobrio y armonioso, acompaña en su justa medida. Suena Komsomol a mitad de concierto y el público estalla, la fuerza del pogo nos empuja de un lado a otro de la pista y la voz del cantante se difumina entre el canto hooligan de unos aficionados borrachos y sudorosos. Anuncian que queda poco del concierto, miro el reloj, han sido muy breves y ha pasado demasiado rápido. Salen del escenario con esa pachorra que les envuelve y la gente les corea. Una mujer se balancea delante y atrás empujando la valla de uno de los lados de la platea gritando: «urgenteeees, cantad urgentes«, una y otra vez, sin vergüenza, a pleno pulmón. Eso es lo que yo llamo un público comprometido. 

Carmela RodHer

Cuando vuelven a aparecer (nadie se lo esperaba) tocan dos últimas canciones. Las canciones cierran una carrera de once años y cinco discos, de interminables viajes de autobús, paseos y conversaciones con amigos. Su última canción fue ‘Urgentes‘, para alivio de la mujer que se balanceaba sobre la valla. Es una canción que hace justicia al drama de un final, que en esa noche me habló de ellos pero que en otras noches me habló de otros. Una lírica tremenda, desesperada y vengativa. 

Termina el funeral. Se despiden con una pachorra absoluta: «Néstor está ahí, Sara está ahí«. Tengo en la punta de la lengua cualquiera de vuestras profecías. Adiós Futuro Terror, fuisteis esa letanía. Fuisteis tan urgentes.

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Fotógrafa | + posts

Carmela RodHer. Estudio un máster fotográfico en LENS Escuela y también trabajo fotografía analógica y revelado. La cámara siempre colgada al cuello y metida dentro del pogo.

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