Crecer con Crybaby: Melanie Martinez en WiZink Center
A través de "Crybaby" muchas niñas y adolescentes comprendimos el poder de la música y los mensajes que puede transmitir, y la oscuridad que puede albergar una canción de cuna.
La primera vez que escuché a Melanie Martínez rondaría yo los 12 años. Era apenas una niña intentando entenderme a mí misma y al mundo que me rodeaba. Me vi reflejada de alguna forma en su álbum debut «Crybaby«, que por el lejano 2015 acababa de salir. En este disco Melanie se mostraba al mundo a través de un personaje que da nombre al álbum, y trata temas que atendían a mis inquietudes a esa edad, como los problemas de la familia, el primer amor, el valor de la mujer como objeto de consumo, los secuestros y la cirugía estética (vale, igual los últimos temas no los entendí hasta más adelante, pero nadie me impedía cantar ‘Dollhouse’ a pleno pulmón aunque no supiese a qué se refería la cantante cuando hablaba de su metafórica casa de muñecas en la que «veía cosas que nadie más ve»). «Crybaby» fue todo un éxito en los círculos de Internet en los que no debería haber estado una niña de 12 años, y no era poco común verme en 6º de Primaria entablando profundas discusiones con personas seguramente mucho mayores que yo en Tumblr o Twitter (ahora «X»). A través de «Crybaby» muchas niñas y adolescentes comprendimos el poder de la música y los mensajes que puede transmitir, y la oscuridad que puede albergar una canción de cuna.
Pasaron unos años, y en 2019 Melanie Martínez publicó su segundo álbum «K-12» (un acrónimo utilizado en Estados Unidos para referirse al recorrido escolar, «Kindergarten through 12th grade»). En este álbum Melanie habla a través de Crybaby una vez más, pero esta vez el personaje ya no es un bebé, sino que demuestra una perspectiva más adolescente. Crybaby ya no narra experiencias como aprenderse el abecedario, sino que habla de meterse en líos con el director de su escuela, de establecer relaciones sentimentales con sus profesores, los problemas de la industria musical y la fama y el sentimiento de ser un producto de consumo.
Al igual que Crybaby yo también había crecido; tenía 15 años cuando salió «K-12″, por lo que una vez más me pude ver reflejada en las temáticas de sus canciones. Recuerdo aún enseñarle a mi clase el vídeo de ‘Orange Juice’ cuando mi profesora nos pidió que expusiésemos una creación artística con temática de importancia social. Pude de nuevo aprender y normalizar procesos por los que estaba pasando y que aún no terminaba de entender, y todo gracias a la música de una artista como Melanie.
Con el tiempo, Melanie Martínez publicó su tercer (y a día de hoy último) álbum: «Portals». En este último proyecto vemos una vez más a Crybaby, pero desde una perspectiva completamente distinta. En «Portals», Crybaby ha muerto.
Este último disco ha salido en 2023, y en él podemos ver cómo la inocente imagen de una niña, la observadora de un entorno retorcido ha trascendido este plano de existencia y ahora observa un mundo distinto, mucho más adulto y espiritual. Incluso la figura de Crybaby como tal ha sufrido una severa metamorfosis. La niñita que llevaba blusas con lazos y patucos ahora lleva un atuendo mucho más revelador hecho de materiales que parecen extraídos directamente de un bosque encantado; y la misma cara de Melanie se ha transformado. Desde la publicación del último álbum sólo hemos podido ver a la cantante con una máscara que representa el espíritu de su personaje, una figura de tez rosa, cuatro ojos y rasgos más animales que humanos.
Una vez más, este último álbum ha coincidido con un punto álgido de mi vida y de muchas de sus fans que empezamos a escuchar a la artista con edades similares. Primero fuimos niñas, después adolescentes y ahora nuestra infancia ha desaparecido. A la vez que Crybaby, nuestra mente y nuestras inquietudes han dejado relegadas a las niñas que fuimos a la vez que damos la bienvenida a una nueva etapa de nuestra vida. Crecer de la mano de Melanie Martínez ha determinado muchos de mis puntos de vista en la vida, y tener la oportunidad de asistir a su última actuación en Madrid de la mano de esta publicación ha significado para mí un metafórico fin de etapa.
En cuanto al concierto en sí puedo absolutamente admitir que ha sido uno de mis favoritos en mucho tiempo. Ya sea el ambiente extático de un público casi enteramente femenino, la puesta en escena y las psicodélicas proyecciones mostradas, la propia performance en escena, la energía de los bailarines (que fue espectacular) o el hecho de que traje conmigo a mi niña interior a que disfrutase de la metamórfica música de Melanie en directo; fue un concierto que guardaré mucho tiempo en mi corazón. Eché de menos la inclusión en el set de algunas de sus canciones de anteriores álbumes, ya que para la sección europea de su gira sólo incluyó canciones de «Portals»; y parece que gran parte del público sintió lo mismo; tuve la oportunidad de preguntar a mi alrededor y todos parecíamos coincidir.
Desde un inicio me vi envuelta en un ambiente catártico, con luces de tonos pastel que parecía que cambiaban el tono de piel de Melanie de rosa a azul o morado, melodías hipnóticas y un uso muy estratégico de los moduladores de voz. A pesar de que en un inicio el último disco de la artista no me llamó en exceso la atención, es innegable que tras escucharlo en directo y sentirme rodeada de aquella febril sensación no me quedó más remedio que escucharlo sin parar.
A aquellos que no conozcáis a Melanie Martínez pero que hayáis decidido leer esto hasta el final: tenéis más que nunca una preciosa oportunidad de curar a vuestra niña interior (seáis o no mujer) desde una rabia y un dolor absolutamente transformadores. Esperamos que Melanie siga publicando música y curándonos por dentro.