AMFest Encobert
Jornada del sábado
El Aloud Music Festival, AMFest para los amigos, es uno de los festivales más queridos por parte del público rock, metal, progresivo o solamente underground de la capital catalana, ya con un nombre a nivel estatal y europeo. Llevan ya once años (parèntesi por covid mediante) demostrando el amor por la música de éstos y otros géneros, con unos carteles donde siempre mezclan las propuestas locales y marca de la casa, con algunos artistas invitados que difícilmente se podrían ver al sur de los Pirineos si no fuera por proyectos así.
Sin embargo, el buen hacer y la pasión por un proyecto de nicho, no son compatibles con la hiperfestivalización que vivimos en los últimos años. El monopolio de promotoras y unos costes de contratación que cada vez más, ahogan a festivales y salas pequeñas, que ven como las subvenciones acaban siempre en las mismas manos. Es por esto que el AMFest es un faro en la oscuridad, aunque haya tenido que “cambiar” su formato este año. Al pasar a varias salas, ambas en la misma avenida de l’Hospitalet de Llobregat, han montado un formato de sesiones en la Sala Salamandra, especialistas en traer a grupos de este estilo, y la autogestionada sala de El Pumarejo, muy querida y que realmente es un mundo en sí misma. Y digo “cambiar” de formato porque, si bien sigue pareciendo un festival, su formato encubierto de cuatro sesiones a precios tirados y 100 abonos completos, en la práctica se traduce en que el público fiel, el de las anteriores ediciones, no se lo piense antes de decidirse al no-festival.
Sin cabezas de cartel Bandas locales de alto nivel En el Pumarejo Precio ridículo Un debut Presentando discos nuevos Bandas tocando en tu cara Jornada de día y germanor Encobert, pero esto es puro #AmFest … Y aún queda por anunciar!
El cartel de este año lo llenaban bandas locales y proyectos que no suelen verse por estos lares, como es costumbre, pero donde todas comparten escenario y no hay ninguna por encima de la otra en cuanto a atención se refiere. De lejos vi y escuché vídeos y comentarios de las sesiones del jueves y viernes, donde Los Sara Fontán o Haru Nemuri dieron mucho, muchísimo de qué hablar, pero para la jornada del sábado me dejé llevar.
Abrieron la tarde Puput, venidos desde Manresa, que estrenaron su nuevo álbum en este primer concierto. Llenaron de teclados El Pumarejo, que parecían salidos de un órgano de iglesia, acompañados de un post rock con cantos un poco gregorianos. Después vino Santa Creu, que en su casi hora de concierto hicieron cinco temas en una mezcla tooleana y trianesca, muy divertidos de ver y escuchar. Quisiera destacar lo bien que suena El Pumarejo, parece magia, pero imagino que ha llevado un trabajazo lo de esta sala.
La organización del AMFest llamó a la romería desde El Pumarejo a la Salamandra, casi 10 minutos a pie donde evitar bares se hizo imposible, para ver a los parisinos Lost in Kiev, que fueron tal vez un poco más genéricos en sonido y puesta en escena con su post rock instrumental, aunque fue un puntazo la aparición por sorpresa de Loïc Rossetti, cantante de The Ocean en el escenario. Decía antes que no había cabezas de cartel en el AMFest, si bien el público y las ganas dejaron muy claro que This Will Destroy You! eran uno de los platos fuertes del día.
Desconocía lo auténticos que son los de LA, dejando muda a una sala acostumbrada a conciertos únicos, que no abrió la boca más que para agradecer al final del show. Hay veces que, más que discursos sin parar, se aprecia mucho más una simple sonrisa de quien está encima del escenario, arrancada por alguna reacción generalizada de la audiencia. Por otra parte, The Ocean fueron sin duda una apisonadora. El colectivo de Berlín no pararon de hacer bailar y cabecear al público, de jugar con las luces y un sonido brillante, crowdsurfing incluido. Creo que se despidieron tres veces, sin llegar a salir del escenario.
La romería se dio de vuelta a un Pumarejo lleno a reventar, donde los habituales Za! hicieron un bingo-show de 2 horas y 100 canciones. Poco más se puede decir. Leí hace unos días una nota sobre el silencio que había en las salas en un festival como este, como una forma de profesar el amor del público a un elenco de artistas cambiantes, pero que mantienen un mismo espíritu. El de los conciertos con alma, de los que recuerdas tiempo después, el de los que no son un simple espacio de consumo, sino un motivo de guardarse el fin de semana para el siguiente año. Más allá de números, grandes nombres o sacar músculos, el éxito de un proyecto como el AMFest reside en que la gente se mantiene fiel año tras año. Sea encubierto o no.
Me llamo Pablo, soy fotógrafo, antropólogo y apasionado de la música. De Mallorca, en Barcelona.