El Kanka en el WiZink: un abrazo multitudinario
El pasado sábado 25 de marzo El Kanka, o, como lo presentaron sus compañeros, el Frank Sinatra de la bahía malagueña, dio su segundo concierto en el WiZink. Salió al escenario sin iluminar, tímido; desde el principio avisó: «estoy un poco nervioso, me he tomado 8 tequilas». Porque, «para un chaval de 40 años –porque él aún es un chaval– es un poco surrealista estar aquí en el WiZink». Y comenzó un concierto de más de dos horas que pareció transcurrir en 15 minutos. Todos los nervios desaparecieron con el primer arpegio y, como suele ocurrir en los conciertos de este Sinatra malagueño, sentimos que formábamos parte de una conversación entre amigos –entre muchos, muchos amigos–.
Pero antes de continuar con El Kanka, debo mencionar a El Jose, que más que el telonero pareció el segundo protagonista de la gira. Se enfrentó al WiZink como si fuera la sala de un café, sin dejar que sus kilómetros de pista y gradas le intimidasen. La representación de ‘Un Solo Corazón’ fue emocionante; comenzó elogiando a El Kanka, con quien grabó la canción, y disculpándolo por no poder cantarla. Pero, tras un minuto, apareció el malagueño por sorpresa, creando euforia entre el público. Los dos andaluces en algún momento quedaron mudos escuchando la voz conjunta de sus espectadores. El Jose se despidió afín a su alegría, haciéndonos bailar.
Después de una larga pausa apareció la banda seguida de El Kanka y fueron bañados de aplausos y halagos. «Nunca me acostumbraré a esto», dijo el malagueño. Y así, sin más, se presentó con ‘Autorretrato’ como el niño nuevo en el cole que se enfrenta a los demás por primera vez. Sin darnos ni cuenta la unió con ‘Para Quedarte’ y ‘Lo mal que estoy y lo poco que me quejo’, dos de sus clásicos, que nos llevaron de la ternura a la risa. Esta última la cerró, como de costumbre, con un «chimpón» tras encajar 10 palabras en un solo segundo. Siguió recitando un poema, que terminaba: «del futuro, no hay nadie en su sano juicio que de un duro. Solo está el hoy, cosas de los vivientes».
Como prometió, disfrutamos por igual de «Cosas de los vivientes» y de su discografía previa. De su nuevo álbum no faltaron temas dulces como ‘O algo’, cuyas últimas notas cantadas por el público se quedaron suspendidas en la sala; o ‘Youtuber’, que movió los pies al ritmo de la bachata. También sonaron los ritmos más desordenados de ‘Tu opinión’ y ‘Propósitos de año nuevo’, entre muchos otros. Entre las antiguas, escuchamos con ilusión ‘Vengas cuando vengas’ y ‘Andalucía’, con la que se bañó toda la sala de verde. Como dijo El Kanka: «Yo soy lo que se llama un madrileño de Málaga. Cuando llegas a Madrid, ya eres de aquí». Pero el cantante nunca olvida sus raíces.
El cantautor hizo mucho hincapié en el profundo agradecimiento que sentía hacia su público. Pero no se daba cuenta de que éramos nosotros los que le dábamos las gracias a él y a su banda con cada aplauso. Sin duda, la conexión entre los músicos era espectacular: fácil, natural y luminosa. La banda está formada por Carlos (saxo, piano, acordeón y coros), Peter (bajo), Álvaro (guitarra y cuerdas), Manin (percusión y coros) y José (batería).
Mi mirada se debatía continuamente entre el escenario, donde ocurría la acción, y la pantalla, que mostraba en primer plano los dedos volando sobre los instrumentos. Se notaban los años de amistad entre todos ellos y esa diversión la trasladaban al público con una conexión increíble. Más adelante explicó Manin cómo conoció a El Kanka en la universidad: «él llevaba una guitarra, yo un cajón, y no íbamos nunca a clase». En un momento comenzaron a improvisar un ritmo entre todos, al que se unió Álvaro con un solo de guitarra. Y con un puente perfectamente entramado pasaron a ‘Ven a vivir conmigo’. También destacó mucho la actuación de ‘Qué bello es vivir’, que comenzaron a contrapié sorprendiéndonos a todos. Coreamos la última estrofa, cerrando con «si se os nota en la cara que estáis deseando que acabe para hincharos de aplaudir». Y, efectivamente, el mar de cabezas bañadas de color se cubrió de manos aplaudiendo con fuerza. Tampoco faltaron las buenas colaboraciones. Pedro Pastor, un muchacho «con un corazón de los antiguos», como dijo El Kanka, lo acompañó en ‘Para eso canto’. Un poco más tarde nos sorprendió Jorge Drexler en ‘Por tu olor’ y comentó humorísticamente al malagueño: «¡se te agrandó la casa, hermano!». Para terminar, Guadalupe Álvarez unió su voz en ‘No se dice suerte’.
Hacia la mitad del concierto pasaron a un formato más íntimo: rodeados de florecillas y plantas, colocaron sillas alrededor de una mesa baja y sobre ella una botella de licor y vasos. «Vamos a ctanganear un poquito aquí», dijo El Kanka. Se sirvió un chupito, «yo compartiría, pero es que sois un montón». Y así, presentó su primera canción de desamor, ‘Canción de adiós’, recordando que «no tienen que ser todas las rupturas de hiel». Esta es, sin duda, la canción que me hubiera gustado enseñarle a mi abuelo, sé que le hubiera encantado. Quizás eso sea lo más especial de este artista, no está atado a ningún grupo definido ni a ningún movimiento de moda. Él escribe canciones porque le hace feliz, para poder contar cosas, y sus oyentes lo escuchan sin ninguna otra pretensión. Así, entre el público, veíamos desde parejas mayores bailando del brazo hasta muchachos con rastras, padres jóvenes y adolescentes.
Brindaron con el público y cantaron la mítica ‘Guapos y guapas’, acompañada de los coros de José, como el grito de «¡terraplanistas!» tras el verso “la gente se preocupa en demasía / aquí y al otro lado de la esfera». Rieron ante las tonterías de cada uno y el malagueño comenzó a cantar ‘Piensa en mí’. Con humor, sus compañeros le recordaban: «Kanka, este tema no es tuyo». Y con una transición digna de mención pasó a ‘Querría’, seguido de ‘La senda’. Todos acompañamos con palmas la energía flamenca de los músicos, que poco a poco se retiraron mientras los técnicos lo recogían todo. Al final quedó Álvaro sobre su silla, guitarreando y cantando a pleno pulmón hasta que le cogieron el instrumento y confuso se levantó «¿ya?, ¿nos vamos ya?».
Después de muchas otras canciones llegaron al tramo final del concierto. Sonaron algunas de sus canciones más famosas como ‘Vengas cuando vengas’ o ‘Sí que puedes’. Y avisaron: «¡nos vamos! A no ser que una sola persona pida otra». Cerraron con ‘Canela en rama’, se despidieron y salieron del escenario. Pero tardaron poco en salir de nuevo ante los coros y aplausos de la multitud. «No sé por qué seguimos haciendo la tontería de salir y entrar», reía el cantautor. Con ‘Volar’ el público se convirtió en un mar con sus olas, sobre las que flotaban miles de lucecitas blancas. Y, de nuevo, los asistentes dejaron mudo a El Kanka con una larguísima ovación; el autor sonreía sobrecogido. Después de agradecer al equipo y sacar al escenario a María Pellicer, su manager, nos hizo llorar con ‘Sabéis quienes sois’, aquel abrazo virtual que publicó en tiempos de pandemia. Y terminó el concierto con ‘No se dice suerte’, una alabanza a la música y todos los que la crean, dejando bien claro, como dice la canción, que músico ha nacido y músico morirá.
Fotos de @martareym