black midi – Cavalcade | Reseña

/ mayo 31, 2021/ Reseñas

Lejos de repetir curso con la escuela math rock de 'Schlagenheim', black midi regresa con una lección de vanguardia: taladrando ritmos y descuartizando melodías. Borrón y cuenta nueva, ¿puede un grupo debutar más de una vez?

cavalcade

 

 

Discográfica: Rough Trade
Fecha de Lanzamiento: 26/05/2021
Género: Avant-Prog, Jazz-Rock, Math Rock

 

 

 

 

‘Schlagenheim’ fue uno de los álbumes clave de 2019, incluyendo pinceladas destiladas de bandas math como Hella o Don Caballero e iconos new wave como los Talking Heads. Esta vez, tras la salida temporal de Matt Kwasniewski-Kelvin del proyecto, los camaleónicos black midi vuelven con ‘Cavalcade’, un giro de 180º que los enfrenta a la montaña rusa sin frenos del jazz-rock. Durante 42 minutos nos montamos en una lanzadera llena de inversiones y fuerzas G que cambian violentamente mientras los ocupantes del vehículo van perdiendo la consciencia uno tras otro. ¿Tienes la altura suficiente para montar?

 

Nunca unas influencias tan clásicas habían sonado tan renovadas. ‘Cavalcade’ emerge de las cenizas de discos como ‘Trout Mask Replica’ (1969) de Captain Beefheart & His Magic Band, ‘Lizard’ (1970) de King Crimson o ‘The Power And The Glory’ (1974) de Gentle Giant. Incluso conociendo la enciclopedia musical humana que es su extraño frontman Geordie Greep, no me extrañaría que hubiera desenterrado la escena barcelonesa de jazz-rock de los 70: me lo imagino perfectamente escuchando Iceberg o Secta Sònica con papel y lápiz.

black midi conocen su historia y no caen en los errores que otros cometieron en el pasado, cuando las bandas competían la una con la otra para hacer el álbum más intrincado. Este carácter hilarantemente masturbatorio fue lo que asesinó al rock progresivo. En esa línea de pensamiento, los pecados que acabaron con la escena Canterbury nos hacen apreciar aun más la nueva escena Windmill (grupos que han sido elevados tras sus actuaciones en el Club Windmill en Brixton), con sangre fresca como black midi, Shame, Squid y Black Country, New Road.

El álbum abre con ‘John L’, una deconstrucción musical del modelo kraut. Hay una razón por la cual black midi se escribe con minúsculas: el extraordinario control de la dinámica. Mientras canciones anteriores como ‘bmbmbm’ eran puro dadaísmo, ‘John L’ es agresivamente técnica, con rápidos fogonazos de música que nos deslumbran a través de las rejillas de aire por las que observamos la actuación. La estrella clara del álbum es Morgan Simpson, uno de los bateristas más potentes del momento, que entiende la percusión como disciplina maniática, golpeando intermitentemente como si sus brazos fueran pistones accionados por impulsos hidráulicos.

Apagamos la maquinaria y escuchamos ‘Marlene Dietrich’, un tema que podría ser descrito como un concierto de bossanova en el que nadie realmente ha llegado a aprenderse su parte de la canción. Todo esto ocurre en un espacio liminal donde la inteligibilidad es cosa del pasado y perdemos visión de la escena conforme los tubos fluorescentes se van fundiendo: una tangible interpretación de lo que significa el uncanny valley.

«And my shuddering neighbour
Turns and roughly rouses me
He says, ‘While a kiss on the lips may not make a frog a prince
An orgasm renders any queen a witch: metamorphosis exists!»

‘Marlene Dietrich’

 

bm2

‘Chondromalacia Patella’  es la banda sonora de la peor fiesta lounge que podáis imaginar: los camareros están trabajando bajo privación del sueño y derraman las copas con cada estallido de música, mientras la orquesta mecánica toca al compás del diablo. Las notas atonales de saxofón añaden cuerpo a la desorientadora estructura con la magia de los anteriormente mencionados Black Country, New Road. Y parece que el uso de viento metal es la clave que le da sabor a todos estos grupos de math/post-punk/art rock (también visto en los últimos trabajos de Protomartyr o Idles). ¿Moda pasajera o resurgimiento? La conclusión es vuestra.

‘Slow’ es de todo menos lenta. El asfixiante ambiente de saxofón y voz susurrada al oído la hacen destacar dentro del álbum de una manera magistral, con picos triunfales que sobresalen de entre la espiral de confusión que es ‘Cavalcade’. Picos que me recuerdan al rock experimental encontrado en composiciones de Swans como ‘She Loves Us’  ‘Mother of the World’. El bajista Cameron Picton es el encargado de cantar entrelazando su voz con las líneas modales de su instrumento, modificando el rumbo del disco junto con la siguiente canción, ‘Diamond Stuff’. Este es el descanso necesario para no perder el hilo con este sofocante proyecto, una suerte de interludio de Deerhunter que se les ha ido de las manos, sin domesticar. Un viaje por el Limbo, la calma antes de la tormenta, el taburete del ahorcado.

La continuación de la narrativa encontrada en ‘John L’ viene con ‘Dethroned’, un relato de la caída en gracia y la decadencia del hombre. El tema es un crescendo continuo con trasfondo de bajo funk hasta que culmina en un clímax en el que las guitarras son trituradas bajo pilas de efectos y acordes imposibles. Y si los Viagra Boys pudieron hacer una canción sobre un perro que es agente secreto, ¿por qué black midi no puede tener una sobre unos pollos que escapan de las autoridades? ‘Hogwash and Balderdash’ nos recuerda que no todo tiene que ser arte serio al que acudir con traje y mirar con brazos cruzados. Este loco número es la parodia de ‘Cavalcade’ más rápida de la historia, ya que es la única que se encuentra dentro del propio álbum a parodiar. Puntos extra al uso del piano como saco de boxeo al final de la canción.

Todo llega a su fin, y en este caso ‘Ascending Forth’ nos acompaña de la mano a la salida, no sin antes contarnos una historia por el camino a lo Scott Walker, con casi 10 minutos de duración. El juego de palabras con «ascending fourths» (cuartas ascendentes) es utilizado como crítica a la industria musical, que pretende replicar las viejas estructuras de pop masificado para castigar los grupos que se van de la norma. Incluso se puede llegar a entender que black midi quiere desmarcarse de la agenda actual pero acaba repitiendo los pasos de las bandas que murieron en los caminos secundarios del jazz-rock, sin llegar a hacer nada nuevo.

«A receding hum, akin to pink noise
Escapes his cerebral hand that toys
Miserably clutching, it never avails
Without resorting to kitschy entrails»

‘Ascending Forth’

 

Y en cierto modo, este álbum es algo totalmente marciano y novedoso en 2021, pero no en el panorama histórico. Aquí se puede generar la única pega que tiene ‘Cavalcade’: estudiándolo a fondo no es del todo nuevo, que no te ciegue la expectación del momento. ¡Sorpresa! ¡Un punto negativo! Espera… ¿Acaso eso es algo necesariamente negativo? Ni siquiera el insoportable elitismo setentero estaba basado en la novedad, estaba basado en la calidad. Y dejadme deciros que ‘Cavalcade’ es uno de los mejores proyectos que hemos visto en este brillante año, acompañando a una floreciente escena británica que nos dará mucho de qué hablar en las listas de final de 2021. black midi ha superado con creces su icónico LP debut, con un giro de guión que ha destruido el concepto de «sophomore slump».  Mediante cuchilladas de rock angular y psicótico vendadas con elegancia jazz, un grupo de chavales de conservatorio están haciendo lo que les da la real gana. Aprovechadlo.

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