El diablo de Shanghai en el Café La Palma en el ciclo de Sound Isidro

/ junio 4, 2024/ Crónicas, Galería

Último viernes de mayo, ese día vinieron a Madrid los diablos de Shanghai, aunque realmente sean de Barcelona. Me vestí, preparé la cámara y me aventuré al metro. Las paradas pasaban poco a poco, entre la expectación del concierto y la música que sonaba en mis auriculares. Llegué. Mi destino de calle estrecha me era familiar, como lo era la luz roja tan característica del Café La Palma que bañaba las caras conocidas. 

Allí estaban ellos, antes de empezar no sabían si comer o no. Ese mismo día habían llegado y se iban al siguiente a las siete, por lo que tenían menos de veinticuatro horas en la capital. 

Abrieron con ‘Boviscopofobia’ , de su trabajo más reciente «113 Pasos Adelante en el Ensanche». La sala atestada coreaba las canciones, canciones que se sucedían al igual que antes lo habían hecho las paradas del metro. Nuevas y viejas, como las historias que se cuentan entre amigos. 

Dentro del pequeño escenario dónde el grupo parecía no caber, hubo espacio para emocionarse con  ‘Perdón, nada nos puede cambiar’. También hubo hueco para un rápido ‘Hey Jude’, fruto de la complicidad de Juan y Albert. 

Euforia colectiva, Juanito por el cielo, pogos y risas de Víctor. Nuevas canciones que demuestran los buenos referentes de estos diablos. 

Tocaron  Magia Roja’ , ‘Patti Smith’ y la mejor de todas, ‘Veneno’. Aunque el momento más memorable ocurrió acompañados de Palomo y su hijo al cantar ‘La DGT’ de su primer EP, «Empezamos con esto».

La curiosa colabo surgió por ser esta la canción favorita del padre. El hijo anteriormente ya se había sumado al grupo en el escenario de la Wurli. Esta vez solo le permitían la entrada al concierto si su padre también cantaba. Así fue, padre e hijo causaron un gran revuelo entre la multitud, no solo por este peculiar momento en familia sino porque Palomo era todo un veterano, un ex miembro de un grupo punky de nombre dudoso que cautivó a todos los asistentes gracias a su experiencia en el show business.

Anunciaron que tocarían tres canciones y que acabarían del tirón, quitando la tirita de golpe, lo que resultó en la sensación de que el concierto de El diablo de Shanghai había durado poco.

Los escasos minutos más que parecía tener la madrugada se agotaron y se volvió a casa, con la satisfacción de haber estado, porque a veces lo único que hace falta es saludar.

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