Ara Malikian: emoción, garra y simpatía en el festival Río Babel
El artista brilló sobre el escenario en un concierto que no dejó indiferente a nadie
Ara Malikian ha vuelto a tocar en Madrid, como parte de su gira ‘Le Petit Garage’, y nos ha hecho sentir como en casa y alrededor del mundo al mismo tiempo. Todo ello sin salir del Wanda Metropolitano, en el festival Río Babel, que acogió al aclamado violinista en un concierto de poco más de hora y media que se hizo demasiado corto. Porque si se trata de Ara y de esa extensión de su cuerpo que es su violín, siempre apetece más.
El barullo del público cesó cuando el instrumento comenzó a sonar, aún sin su dueño sobre el escenario. Después, Ara apareció en escena caminando, con su inconfundible melena y un atuendo que brillaba tanto como él sobre el escenario. Acariciaba el violín con su arco, sin abrir los ojos, dando comienzo así a un espectáculo repleto de emoción, risas, historias y música. Mucha música.
En su presentación, aseguró que las medidas de seguridad nos impedirían contagiarnos «de ninguna porquería» y añadió que si nos infectábamos sería «de música, de arte y de cultura». Sin duda, esa noche hubo dosis industriales de todas ellas. Y de alguna más, porque, además de un excelente músico, Ara Malikian es muchas otras cosas. No faltaron bromas, historias de sus andanzas por el mundo y pequeñas anécdotas en un espectáculo que nos prometió que duraría unas 18 horas. No fue así, pero algo me dice que, de haberlo sido, nos habríamos quedado hasta el final.
Ara nos regaló su música y la de otros, nos trajo grandes clásicos y nuevas composiciones, algunas escritas durante la cuarentena, otras a las que puso un improvisado título sobre el escenario (Rapsodia Wanda Metropolitano, número 3). Nos emocionó con su indiscutible garra en los fortes y su sensibilidad y dulzura en los pianos. Su violín, como siempre, fue capaz de hablar sin palabras, como hizo mientras tocaba ‘Canciones que mi madre me enseñó’, del compositor Dvórak.
Le acompañaba su banda, formada por Georvis Pico a la batería, Dayan Abad a las guitarras, Iván Ruiz Machado al bajo y contrabajo y su ya inseparable Iván “Melón” Lewis, al piano. Nos dijo que los conoció en Cuba, donde versionaron una obra muy a su manera. «Se llamaba ‘Concierto Grosso‘», contó Ara, «ahora, no tiene nada que ver». Sea como fuere, fue una maravilla para los oídos.
No faltó ‘Taline Nanig’ un precioso tema incluido en su disco ‘The incredible Story of the Violin’ dedicado a sus dos hermanas, en el que se diferencian claramente dos partes y un conflicto hecho música en mitad de ambas. Nos contó (para hacernos reír) que a sus hermanas no les había gustado, aunque creo que nadie le creyó.
Cuando en un momento dado, el resto de la banda abandonó el escenario, violín y piano permanecieron para regalarnos un momento íntimo y delicado interpretando el ‘Preludio nº4’ de Chopin, que sirvió a Ara para bromear después sobre la facilidad con la que elegían los nombres los antiguos compositores.
Después tocó ‘calamar robótico’, compuesto a petición de su hijo Cairo, (al que el tema, según su padre, le había sonado más a sepia) y un emocionante ‘Life in mars’, de Bowie, que despertó un aluvión de aplausos. «El mundo es para todos o más bien no es para nadie» dijo al presentar ‘Aliens office’, un tema inspirado en el nombre de una oficina de extranjería londinense, dedicado a todos esos extraterrestres de otras culturas. No sé cómo, pero nos trasladó a una invasión alienígena en pleno Wanda Metropolitano, consiguiendo un resultado, sin duda, hipnótico.
Bailó, saltó, y frotó las cuerdas de su violín desde infinitas posturas distintas, con su cada vez más deshilachado arco. Algunos nos preguntábamos cuántas calorías habría perdido esa noche. Por supuesto, aprovechó para pasearse tocando entre el público, algo que suele hacer siempre que puede en sus conciertos. Algunos grababan con sus móviles, otros solamente lo miraban tratando de contener las lágrimas.
Para acabar, nos regaló ‘Nana Arrugada’, una obra compuesta durante el confinamiento, para aquellos que se han ido durante la pandemia. «Espero que pronto nos volvamos a ver»– dijo al despedirse- «aunque estáis muy guapos con mascarilla, echo de menos las sonrisas y los abrazos, os quiero» – añadió antes de marcharse con su virtuosidad, su humor y su tan necesaria pizca de locura. Hasta la próxima.
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